se puede escribir sobre
los platos rotos, las tazas,
los sil­lones, las cuadras
que se cam­i­nan, asfalto
húme­do, la bici v tus
ron­qui­dos tan sonoros
que son corno una mesa
con man­tel recién puesto
que le da el sol la ventana
y te deja el perfume
de una voz de la infancia.
pero acá estoy andando
en medio de los autos
y atolon­dra­da me tapan
los oídos, las manos,
la nar­iz y la boca,
y ya nada me alcanza
para que no se note
la pena no más que eso,
el rui­do de la pena.

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