Los ánge­les de lata defe­can entre los lotos
de la alber­ca de Nar­ciso. Y los niños
brin­can la cuica sobre el hom­bro de
la luna y com­pran piraguas y elevan

capuchi­nos. Y hacen gar­garas con
los orines de las estat­uas. La lluvia
que cae de las chor­reras es amarilla.
La llu­via de la muerte es como la de los gatos

acur­ru­ca­dos en los sueños. Y cuan­do vi a Dios,
metáli­co, vibran­do, eléc­tri­co, no
pude con­tener la risallanto,

ni pude con­tener el llan­torisa. Los
ánge­les defe­can platóni­ca­mente solos.
Los gatos con­tem­plan a Taut.

2 de agos­to del 2012
Puer­to Rico

 

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